Cartas a Kafka

    Hipercollage digital, 2024
    Gente bien

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    2024 Hipercollage / Giclée
    Todas Las Familias Felices

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    2024 Hipercollage / Giclée
    Un Cruzamiento

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    2024 Hipercollage / Giclée
    Gran Espectáculo de Variedades de Pedro el Rojo

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    2024 Hipercollage / Giclée
    La Soga

    La Soga

    2024 Hipercollage / Giclée
    En La Colonia Penitenciaria

    En La Colonia Penitenciaria

    2024 Hipercollage / Giclée
    La resistencia

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    2024 Hipercollage / Giclée
    He provisto a la obra de todo lo necesario...

    He provisto a la obra de todo lo necesario...

    2024 Hipercollage / Giclée
    Kafka en Cafebrería ad Hoc
    (Texto para la exposición por Jesús Gironés, comisario de la misma)

    Mi relación con Kafka se debate entre el horror y el desasosiego, que me produjo en mi juventud leer “La metamorfósis” y el extraño placer de leer su cuento “El buitre” para mi clase Literatura Universal Contemporánea en la facultad, impartida por Mercedes Gómez del Manzano, la profesora a la que también le debo “Eros”, de Clara Janés. 

    No me ha extrañado descubrir ahora la lectura de Kafka a partir de Foucault y su clarividencia en textos como “Las relaciones de poder penetran en los cuerpos”. Ni tampoco el interés de Judit Butler por los dibujos de Kafka y todos los problemas que acarreó su propiedad y su salida a la luz.

    No deja de sorprender que la obra de Kafka podría haber sido quemada, y no en un campo de concentración, sino por las instrucciones de Kafka a Max Brod, el amigo al que regalaba las piedras que llevaba en sus bolsillos para tranquilizarse, y le decía que su amor por él era tan fuerte como ellas pero mucho mas grande.

    Cuando Lola Vivas me propuso organizar una exposición para su espacio en el centenario de la muerte de Kafka, a partir de la “Carta al padre”, me puse a pensar en los artistas. Cuatro, me dijo. 

    Tras algunas dudas, que una selección siempre exige, incluso en mis colectivas multitudinarias, me decidí por cuatro creadores cuya trayectoria rigurosa y comprometida sigo hace años: Pepe Domínguez, Mariana Laín, Florencia Kettner y Pepe Medina. A ellos les lancé la propuesta de enfrentarse a la obra de Kafka en lo que al final he dado en llamar “Cartas a Kafka”. Su acercamiento a una obra universal, que ha dado lugar al adjetivo “kafkiano” que todos conocemos y usamos. Recuerdo su eco en la voz de mi madre.

    Kafka, una obra tan viva hoy en día, y parecía condenada a desaparecer. Pero él dió en nombrar el desasosiego del hombre contemporáneo, con Stefan Zweig o Virginia Woolf.

    Jesús Gironés, 3 de junio de 2024, Pozuelo de Alarcón. 

     

    Cartas a Kafka, colectiva de cuatro artistas en Cafebrería ad Hoc, Madrid
    (Por Luis Francisco Pérez, crítico de arte)
     
    Podemos calificar esta exposición -comisariada por Jesús Gironés y que reúne obras de cuatro artistas- de homenaje a Kafka en el centenario de su muerte. En base a ello, sería demasiado fácil y previsible hacer uso del adjetivo “kafkiano” como correlato imprescindible en el devenir artístico de las obras presentadas, y no es porque este encadenamiento no esté -directa o indirectamente, en mayor o menor medida- presente en la muestra, sino al hecho de que estas “Cartas a Kafka” deben más a Freud que al genial escritor de Praga. Es decir, son deudoras (y herederas), por una parte, de los múltiples juegos surrealistas, de filiación freudiana, desde un plano puramente artístico o de ”Historia del Arte”; y por otro introducen, en el devenir plástico/expresivo de lo seleccionado por el comisario, el argumento conocido como “Unheimlich”, con el cual Freud ponía el foco de atención en la inquietante extrañeza de aquello que aún debiendo permanecer oculto sale a luz y se manifiesta sin ocultamiento alguno de su parte más siniestra u ominosa.
     
    A partir de estas cualidades, rasgos o condiciones, es cuando la exposición adquiere una interesante y rara estructura, compartida por los artistas, desde una consideración de la fantasía en tanto que ficción que no está fuera de la realidad, sino engarzada en los rincones y recovecos de la memoria personal, familiar y privada. Así sucede en los pequeños collages -y el que sean de reducidas dimensiones es un acierto: provienen de un bajo fondo íntimo, sentimental y afectivo- de Florencia Kettner, muy buena “lectora”, por lo demás, de los collages de Grete Stern. O en la narrativa secuencia, en verdad inquietante, de las “situaciones” creadas por Pepe Domínguez que parecen relatos apócrifos de Kafka. O en la bronca gestualidad de los grabados de Mariana Laín, que poseen la misma cruel indiferencia de los personajes secundarios que aparecen en sus principales novelas. Al igual que sucede en las delicadas y un tanto delirantes estructuras de gestualidad abstracta de Pepe Medina, que cuanto más se miran más extrañas figuraciones aparecen. Una exposición, en verdad, muy interesante de mirar y de pensar.